Tras casi 9 años de espera, Max Payne vuelve por la puerta grande. Rockstar Studios ha adoptado al hijo predilecto de Remedy y lo ha vestido con sus mejores galas para su reaparición en consolas y PC. Este pasado lunes visitamos las oficinas de Rockstar en Madrid para probar una demo de una versión casi final de este nuevo Max Payne, que abandona las frías calles de Nueva York y se enfrenta a las peligrosas bandas de las favelas de São Paulo. ¿Estará Max a la altura de las expectativas?
Ya era hora de que volvieras, Max
Pobre Max. A lo largo de sus dos primeras aventuras pudimos ver su descenso personal a los infiernos mientras buscaba venganza por la muerte de su mujer y su hijo, aunque para ello tuviera que liquidar a toda una organización criminal al completo. Este inspector de policía alcohólico y adicto a los analgésicos era el arquetipo de héroe caído que hemos visto repetido hasta la saciedad en el género negro y de acción. Al más puro estilo Charles Bronson, Payne disparaba primero y preguntaba después mientras sembraba el caos en las nevadas calles de Nueva York. Pese a todos los tópicos, sus aventuras se han ganado a pulso un puesto de honor en el imaginario colectivo de los aficionados a los videojuegos... ¿Por qué?
Personalidad y carisma a raudales, simplemente. Remedy Entertainment, el estudio finés encargado de crear las dos primeras entregas, introdujo unas acertadas referencias a la mitología nórdica que daban a las aventuras de Max un aire casi apocalíptico y místico. La droga Valkyr, el proyecto Valhalla, el club “Ragna Rock”… toda la trama estaba salpicada de referencias a las leyendas del norte, dando como resultado una mezcla inusual y fresca. Max, casi como un berserker vikingo, recorría los callejones de una Nueva York sumida en una de las peores tormentas de nieve de su historia mientras acribillaba a todo el que se ponía en su camino.
Las secuencias de vídeo también ayudaban a cultivar esa personalidad especial. Se nos presentaban como cómics narrados en tiempo real, donde los programadores de Remedy ponían cara a los protagonistas de la trama (inolvidable la cara de póker de Sam Lake, que daba vida a Max). Pero si algo llamó la atención de los aficionados fue el espectacular Bullet Time, que la película The Matrix había puesto de moda un par de años atrás. Era casi imposible cansarse de ver a Max saltar como una liebre a cámara lenta mientras soltaba plomo con sus dos pistolas.
La secuela de Max Payne llegó dos años después, pero dejó bastante frío al personal ya que aunque tenía gran calidad, apenas introducía novedades y duraba un suspiro. Aún así, seguía teniendo niveles inolvidables como el parque de atracciones donde Mona Sax vivía; sin duda uno de los mejores escenarios que se han visto nunca en un juego de acción. Hemos tenido que esperar 9 años para que Max vuelva a las andadas. Sin embargo, Remedy anda ocupada con otro héroe trágico (Alan Wake), y ha cedido su niño mimado a la compañía más adecuada: Rockstar Games, que tiene un currículum de antihéroes e historias trágicas por el que muchos suspiran. ¿Han estado a la altura del desafío?
El tiempo pasa hasta para los grandes
Muchas luces de emergencia se encendieron cuando aparecieron las primeras pantallas de Max Payne 3, que mostraban al protagonista calvo, gordo y en un entorno que parecía la antítesis de Nueva York: la soleada ciudad brasileña de São Paulo. Parece que ahora está de moda crucificar a los desarrolladores por cambiar hasta el color del pelo de un personaje, pero el tiempo pasa para todos, los personajes evolucionan, y precisamente eso los convierte en más humanos. Las circunstancias de la vida hacen mella en todos, hasta en los héroes caídos, como Max, que se muestra mucho más desmejorado y viejo en esta entrega. Aún así, los más talibanes pueden respirar tranquilos, porque habrá varios flashbacks que recuperarán al Max de la eterna chupa de cuero mientras rondaba las calles de Nueva Jersey. Aún está por saber qué giro argumental hará que Max tenga que escapar de su ciudad preferida y por qué cambiará tan radicalmente de aspecto, pero ya sabemos que todo estará motivado por un viejo compañero policía que le meterá en problemas: Raúl Passos.
El viejo Max buscará olvidarse de sus fantasmas haciendo lo que mejor se le da hacer: matar. Se convertirá en un hombre a sueldo de Rodrigo Branco, un magnate de la clase alta brasileña que vive en la opulencia junto con sus dos hijos, Victor, el político, y Marcelo, el playboy. Todo estallará cuando la mujer bandera de Rodrigo sea secuestrada por una banda de las favelas, y Max será elegido para lidiar con ellos y entregar el dinero del rescate. El intercambio se producirá en el césped de un enorme estadio de fútbol en mitad de la noche. Y ahí, en ese instante, comenzaba nuestra demo.
Acción sin cortes
La única pantalla de carga que veremos en Max Payne 3 se verá al continuar una partida desde el menú principal. Una vez comenzada la acción, podéis decir adiós a los rótulos de “loading” y a cualquier interrupción, porque secuencias de vídeo y acción se juntarán de manera extraordinaria. Ahí está la primera novedad de Max Payne 3, ya que esta vez se ha prescindido de las viñetas de cómic y se ha optado por unas secuencias generadas por el propio motor del juego que se integrarán perfectamente con las partes jugables. ¿Cómo? La mayoría de las veces la cámara pasará lentamente de un primer plano a ponerse detrás de Max, la interfaz aparecerá en pantalla… y ya estaremos jugando.
Así contado parece una novedad menor, pero una vez que veáis los increíbles modelados de los personajes de cerca no será fácil volver atrás. Veremos las manchas de la piel de Max, los pelos de su barba, y segundos después estaremos controlando el mismo personaje sin interrupciones. Sinceramente, el cambio de estilo de la narración es perfecto, ya que hubiera sido un pecado no aprovechar toda la espectacularidad que brinda el motor gráfico remodelado de Red Dead Redemption. Aún así, veremos pequeños toques de cómic gracias a determinadas palabras que aparecerán remarcadas en las secuencias y a las pantallas divididas que nos mostrarán varios personajes a la vez.
Max (todavía con pelo y luciendo una barba más corta) y Raúl se encontraban en mitad del césped con una bolsa llena de dinero y los secuestradores frente a ellos. Todos lucían un aspecto desaliñado, barriobajero y no parecían estar muy organizados. Sin embargo, cuando el intercambio se iba a completar, unos misteriosos mercenarios bien equipados interrumpieron la reunión a tiros. Max recibió un disparo de francotirador en el brazo, y tomamos el control de él para llevarle tambaleándose hasta los vestuarios, donde Raúl le vendó la herida. Alguien no estaba interesado en que los dos bandos cerrasen el trato, y ahora los mercenarios pretendían que el estadio se convirtiese en la tumba de Max.
Unos cuantos soldados irrumpieron en el vestuario, donde ya pudimos comprobar otra novedad en la saga: el sistema de cobertura. Con la pulsación de un botón, Max podrá esconderse detrás de paredes para asomarse y repartir tiros. En un principio parece que no pega mucho con el estilo de “a pecho descubierto” de los títulos anteriores, pero la verdad es que es un paso lógico en todo juego de disparos en tercera persona. Además, si somos unos ases al mando, siempre podremos usar el método tradicional y lanzarnos de cabeza al peligro. Eso sí, cuidado, porque Max Payne 3 no es un juego fácil. Aquí no hay regeneración de salud, y tendremos que curarnos con los analgésicos que vayamos encontrando. Lejos de ser un inconveniente, este sistema empapa los tiroteos de una tensión genial que le sienta de maravilla.
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